Comenzando con el movimiento fundamental de la célula, la movilidad de nuestros cuerpos vivientes se manifiesta de innumerables y maravillosas formas.
A diferencia de otras especies animales que poseen un control de la motilidad casi completa al nacer, el ser humano depende del aprendizaje para perfeccionar los mecanismos relacionados con el movimiento; este aprendizaje puede ser efectivo o deficiente, dando lugar a gran cantidad de maneras de caminar, hablar, movernos, etc.
Los fenómenos naturales se manifiestan a través de patrones, o esquemas que se repiten en respuesta a estímulos, dando lugar a estructuras de funcionamiento. El sistema nervioso tiene el potencial para innumerables patrones, pero no accedemos a ellos hasta que un estimulo los activa y podemos ejecutarlos.
La evolución no es un proceso lineal sino que se produce en olas sucesivas con cada etapa conteniendo elementos de las anteriores. Cada etapa subyace y soporta a la sucesiva, el hecho de saltear, interrumpir o dejar de completar alguna puede derivar en problemas en el movimiento o en la alineación , problemas en la percepción, la memoria, la coordinación del movimiento u organización del movimiento, la creatividad, etc.
En el momento de su nacimiento el niño es una tierna e indefensa masa de movimientos de flexión frontal, que le permiten pegarse al cuerpo de su madre.
No puede levantar la cabeza, ni arquear la espalda, ni sostener el tronco para sentarse; los músculos de su espalda aun no trabajan.
Así pues durante las primeras semanas el bebé humano es un ser cuyo equilibrio esta descompensado: tiene músculos sumamente activos en el frente de su cuerpo y músculos casi totalmente inactivos en la espalda.
Primero levanta la cabeza, luego repta, se sienta, gatea, camina…en este proceso hay etapas especificas, coordinaciones que pueden ocurrir o no.
El niño va desarrollando sus patrones de movimiento naturalmente, cuando su reloj interno lo determina y el entorno lo requiere. Si esto no ocurre, el niño(o el adulto) pueden ser ayudados a través del trabajo corporal a reencontrarse con determinados patrones no desarrollados, que pueden manifestarse como bloqueos o corazas, comportamientos o movimientos estereotipados o compulsivos.
Si consideramos al cuerpo como el instrumento a través del cual se expresa la mente, el efecto de transitar conscientemente esos patrones y reorganizar aquellos desarrollados deficientemente o no desarrollados, nos da la posibilidad de ejecutar distintas maneras de actuar y de movernos.
Lic. ADRIANA VANNI